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Le salió caro enojarse con los clérigos al gobernador Alfredo Ramírez Bedolla, quien ha recibido fuertes críticas de parte de diversos sectores de la población y la censura por parte de la grey católica, por haber llamado a los sacerdotes voceros de los grupos criminales.
Y es que a raíz del asesinato del ex fundador de las autodefensas en Michoacán, Hipólito Mora, diversos religiosos como el Obispo de Apatzingán, el sacerdote de Aguililla y el clérigo Gregorio López Gerónimo, conocido como el Padre Goyo, responsabilizan al gobernador de la violencia que se vive en la región de Tierra Caliente.
Las declaraciones del mandatario estatal, fueron reproducidas por cientos de medios de comunicación, así como por las redes sociales, donde exhiben a Ramírez Bedolla como un político intransigente que, lejos de guardar la cordura, arremete contra los religiosos como si ellos fueran los enemigos a vencer.
Y por supuesto que no lo son, a los que hay que combatir es a los cárteles y grupos criminales que dominan la región, combatirlos con la misma furia como enfrentó las acusaciones del Obispo de Apatzingán, Cristobal Ascencio García y del padre Goyo.
Las desafortunadas declaraciones del Ejecutivo Estatal, lejos de abonar a fomentar un clima de estabilidad y unidad entre los sectores sociales de Michoacán, provoca reacciones totalmente contrarias, fomentan la división y profundizan las diferencias entre gobierno y gobernados.
Por desgracia, hemos notado las mismas actitudes evasivas por parte del gobernador cuando es criticado, poniéndose a la defensiva e imitando lo que hace López Obrador.
Mentes suspicaces pueden señalar que el curso intensivo que ha tomado en sus constantes visitas a Palacio Nacional, ha rendido frutos.
No es enojándose, no es culpando al pasado, no es buscando excusas como se recobrará la paz en la entidad; a los criminales hay que enfrentarlos con inteligencia, con estrategias, con valor, determinación y voluntad política.
Si quiere resolver los problemas que existen en Michoacán, su actitud deberá ser moderada, muy pero muy diferente a la de su preceptor, porque hay que recordar que, en ocasiones, el alumno supera al maestro.
Salió caro el enojo porque el descrédito nacional, no es poca cosa.
Escrito por Ricardo Saldaña
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