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La Cuaresma llega a su fin y da paso a la Semana Santa con la celebración del Domingo de Ramos, fecha en la que se revive un pasaje clave de los evangelios: la entrada de Jesús a Jerusalén, recibido por la multitud como rey, mientras agitaban ramas de palma y olivo en señal de veneración.
En las puertas de los templos, vendedores como Enrique de la Cruz ofrecen los tradicionales ramos, cuyo precio va desde los 20 hasta los 35 pesos, dependiendo del tamaño y la decoración.
De la Cruz explicó que, una vez bendecidos, los ramos se colocan detrás de las puertas de las casas, como una medida simbólica de protección para el hogar.
Esta práctica no solo forma parte de un rito religioso, sino que también representa una tradición profundamente arraigada en la cultura michoacana.
“Los feligreses buscan renovar su fe y participar en el inicio de la Semana Santa”, comentó el comerciante, quien se instala regularmente en distintas iglesias de la capital.
Para la comunidad católica, el Domingo de Ramos es más que una fecha simbólica: marca la transición del periodo de penitencia al tiempo de reflexión sobre la pasión, muerte y resurrección de Cristo.
En este contexto, la venta de ramos se convierte en una expresión pública de religiosidad popular y de continuidad histórica.
Escrito por Alejandra Martínez
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