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Esta fiesta en honor a Nuestra Madre de Guadalupe y Reina de México es la más grande de las fiestas para el catolicismo, incluso, “más que la propia Navidad” en todo México, América y en el mundo en que hay alegría, cohetes, flores y sobre todo “fe y amor a Dios y a la Madre Santísima de Guadalupe”, pronunció el fraile franciscano y obispo emérito de la Diócesis de Chilpancingo-Chilapa, Monseñor José de Jesús González Hernández.
Invitado especial para la celebración de la misa central en honor a la Morenita del Tepeyac en el hoy Santuario Diocesano de esta capital moreliana, así habló durante la homilía tras la lectura del Evangelio que recuerda el pasaje en que María ya había aceptado la misión de ser madre de Jesús Nuestro Salvador y fue de visita con su prima Sara, quien esperaba un bebé a su longeva edad y que celebró que al solo oír su voz el niño saltó de gusto en su seno materno.
El Obispo dijo que devoción y amor es lo que causa Nuestra Madre de Guadalupe entre sus fieles a quienes ama. Ello, lo pronunció ante peregrinos fieles y también seminaristas presentes ahí en el Santuario Diocesano de Nuestra Señora de Guadalupe, donde encabezó la eucaristía concelebrada junto al padre rector Javier Gordillo, en que exaltó ésta que es una tradición, pero sobre todo fervor y fe que movilizan a los fieles quienes han seguido llegando hasta el altar para honrar y venerar a la Reina de México y Emperatriz de América este 12 de diciembre.
“No se entristezca tu corazón. Acaso no estoy yo aquí, que soy tu madre?”, son las palabras pronunciadas por la Virgen de Guadalupe a un acongojado Juan Diego, hoy santo, hace 493 años, con que brinda consuelo a todos los mexicanos. Pueblo y tierra escogidos por la Madre de Dios y Madre Nuestra para bendecirnos, resguardarnos, amarnos y guiarnos en el camino hacia Jesús.
Escrito por Teresa de la Torre
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